miércoles, 20 de mayo de 2009

Wolfgang Borchert (1921-1947)

UNA FAROLA EN MEDIO DE LA NADA





NOTA BIOGRAFICA


Cuando Wolfgang Borchert nace el 20 de Mayo de 1921 en Hamburgo, Alemania vive las secuelas de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). En el momento de su muerte, el 20 de Noviembre de 1947 en Basilea, su país comienza a recuperarse de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Atrás quedan inflación, crisis económica mundial, y la pompa y el terror nazi hasta el hundimiento del Tercer Reich. Aunque el ambiente de su casa propicie que escriba relatos y poesía, la última influenciada por Rilke y Hölderlin, en su juventud nada indica la futura importancia de Borchert para la literatura alemana. Es un estudiante más pendiente de bromear con sus compañeros que de sacar sobresalientes. En 1939 comienza su formación como librero, pero también toma clases de teatro porque le atrae sobre todo la profesión de actor. Un año más tarde, la Gestapo se fija en él por unos textos ‘subversivos’. Borchert comienza a trabajar en el teatro pero ya en 1941 le envían al frente del este. Enferma de hepatitis, y cuando se está curando vuelve a chocar con el aparato de control de los Nazis, y acusado de haberse autolesionado para evitar combatir, pasa cien noches en una celda de aislamiento esperando ser condenado a muerte. Su abogado consigue que le dejen libre, pero naturalmente le vuelven a enviar al frente. En 1943, de vacaciones en Hamburgo, actúa en una función teatral que acaba en denuncia y detención por parodiar a Goebbels. En 1944 pasa nueve meses en una cárcel de Berlín, y solo la invasión de los aliados en Normandía le salva de tener que volver al frente. Durante unos pocos meses vuelca todas sus fuerzas en actuaciones en teatros de Hamburgo, pero la enfermedad no le concede más margen. Ingresa en un hospital y ya solo le quedan dos años, a lo largo de los cuales escribe a marchas forzadas su obra de teatro y numerosos relatos: 29 cuentos en 1946, y 22 más en 1947.


Casa natal en Hamburgo


UN CLÁSICO DE POSGUERRA



Que Wolfgang Borchert se convirtiese en un ‘clásico’ de la literatura alemana, de hecho, en el primer clásico de la posguerra, durante décadas lectura obligada en los institutos y todavía tema de tesinas y conferencias, parece deberse a primera vista a que el ‘autor de la generación perdida’ cumplió con su propia vida a la perfección el patrón de sus historias desesperadas y de cruel desenlace. La época, el ambiente político, la guerra misma se confabularon en su contra. Castigos injustos mermaron la poca salud que le quedaba. Circunstancias adversas le privaron incluso de la satisfacción de escuchar su obra clave “Fuera de la puerta” porque cuando se produjo la emisión por la radio pública, hubo un corte de luz en la zona donde estaba Borchert. Un día antes del estreno en teatro de la misma obra, Borchert murió en un hospital de Basilea, lejos de sus familiares que no habían conseguido el salvoconducto para entrar con él a Suiza.



Resulta casi imposible, pues, desligar a la persona de la obra y valorar esa última sin tener en cuenta las desgracias personales de Borchert. Muchas críticas –favorables y menos positivas– han resaltado vez tras vez esa terrible coincidencia entre su obra y su vida. Sin embargo también hay contradicciones fascinantes: el autor de la desesperanza fue durante bastante tiempo la única esperanza seria de la nueva generación literaria alemana; una vida segada mucho antes de tiempo no obstante simbolizó la añoranza de inmortalidad.



Lo que distinguió a Borchert de otros autores alemanes de su tiempo, muertos en o a consecuencia de la guerra, fue su capacidad de trascender sus experiencias personales, y de elevarlas a un plano general. No recreó las adversidades que un individualista como él tuvo que sufrir entre obedientes y alineados, sino que siempre habló del destino de la “generación sin despedida”, de la “generación traicionada” que perdió su juventud.



La obra de Borchert se produce en un momento en que un autor tan reconocido como Thomas Mann pide que se reciclen todos los libros editados en Alemania entre 1933 y 1945 porque “… valen menos que nada, no apetece ni tocarlos. Huelen a sangre y a vergüenza...”. Cuando Borchert comienza a escribir “Fuera de la puerta”, Hans Werner Richter expone que hablan los que no deben y callan los que deberían hablar. La generación de los mayores se presenta arrepentida y se refugia en la sombra del pasado anterior al desastre; los jóvenes, que vivieron y sufrieron la guerra como abuso y traición de sus padres, no saben cómo asimilar ni expresar sus vivencias traumáticas.








EL TIEMPO DE BORCHERT


¿Cómo escribir en un ambiente en el que hasta el idioma mismo ha sido destruido? El aparato propagandístico del Tercer Reich que usó la mentira a gran escala para manipular, la clasificación de la cultura en ‘correcta’ y ‘desvirtuada’, la carga subliminal que llevaban hasta las expresiones más corrientes, obligaron a la generación de Borchert y Böll a escribir –y hablar– “…con prudencia, duda y gran serenidad” como dice Werner Weber en su “En busca de una lengua habitable”. Esas heridas tardarían décadas, medio siglo y más, para cicatrizar tanto en el idioma como en la autoestima de gran parte de los alemanes.


Un inciso personal:
Nacida en 1953 en una familia de la “mayoría silenciosa”, siempre sentí –primero en Alemania y a partir de 1973 en España­- cualquier manifestación patriótica germana como algo vergonzoso, sospechoso de nostalgia nazi. Supongo que gran parte de mi generación compartía ese enfoque, y por eso se vivió el mundial de fútbol de 2006 en Alemania como auténtica liberación: igual que los italianos, españoles y franceses decoraron sus terrazas y ventanas con banderas de sus países, vimos por primera vez en los sitios más insólitos ondear la bandera alemana como embajadora del deporte y proclamando una identidad nacional sin complejo de penitencia ni pretensión de dominio. Un justificado tercer puesto vino a confirmar ese ambiente de ‘sana’ alegría y es posible que para mí personalmente fuera el carpetazo, la reconciliación con mi ‘patria’, otra de las palabras ‘malditas’ después de la guerra.



“FUERA DE LA PUERTA”

Heinrich Böll publica su primer relato en otoño de 1947 sin llegar en un principio al gran público, mientras que “Fuera de la puerta” consigue un éxito inmediato. Borchert tiene muy claro que en cuanto a lo formal su obra tiene defectos y muchos. Presionado por las prisas ineludibles de su enfermedad, contesta así a un crítico: “La obra todavía no es realmente buena si se refiere a la forma, pero en cuanto al contenido he de contradecirle. No fue mi intención escribir una obra buena. Solo debía ser verdadera y viva y expresar lo que conmueve a un joven de nuestro tiempo.” Y en una entrevista que Borchert dio en Basilea, dijo: “Mi obra es un cartel, nada más, mañana mismo nadie querrá verla.” En eso el autor se equivocó, porque entre 1976 y 1981 “Fuera de la puerta” se representó más de mil veces. Borchert exigió que no hubiera descanso ni pausa en la función; seguramente por no interrumpir el sonido hipnótico de las repeticiones intencionadas, pero quizás también porque la guerra y la posguerra habían bombardeado a su generación sin tregua con horror e impotencia, desesperación y tristeza. “Y por supuesto no debe haber decorado; solo los muebles imprescindibles para cada escena.”


“Fuera de la puerta” está lleno de personificaciones y símbolos:
El propietario de la funeraria, el barrendero y el viejo son personificaciones de Dios y de la muerte; la muchacha representa las añoranzas humanas, los amores frustrados por la guerra; el comandante es el prototipo de los que niegan su propia culpa y para los que todo fue normal e inevitable; el director de teatro ha terminado con su pasado igual que el comandante, y con su superficialidad intenta desviar la atención hacia temas más llevaderos; la Señora Kramer, finalmente, que habita la antigua casa de Beckmann, es una mujer simple, desilusionada por la guerra, sin instinto ni estilo.

El protagonista, Beckmann, es un personaje tragicómico. No representa a nadie en particular; es uno de los incontables hombres enredados en un trágico destino colectivo. Tiene una particularidad que le distingue de los demás personajes de Borchert: no sabe reír. Sin embargo no falta humor negro en la obra. Beckmann, ridiculizado por sus harapos, su cojera y las gafas de máscara de gas, luchó como todos durante la guerra por sobrevivir. Ahora que ha vuelto, quiere suicidarse, ahogarse en el Elba ante el panorama con que se encuentra, pero el río, que simboliza el concepto de la maternidad, le ‘escupe’, le devuelve a la orilla y le invita a pensárselo bien.




Otro símbolo importante es la puerta, presente incluso en el título y repetidamente en varias escenas, siempre con la connotación de ‘puerta cerrada’. En la 5ª escena, Beckmann cree haber encontrado una puerta abierta para él, la de la casa paterna, pero también esta puerta se le cierra cuando descubre que sus padres han muerto y la casa está habitada por otra persona. A partir de aquí, Beckmann solo espera encontrar la puerta tras la cual le aguarden la muerte y el eterno descanso. Pero mientras eso sea así, se repite el leitmotiv: “Una puerta se cierra, y él está afuera.”

EL ESTILO DE BORCHERT

El estilo de Borchert fue considerado por algunos como “atentado de un payaso” contra el arte, a pesar de que el padre de Borchert, que por la enfermedad de Wolfgang tuvo que pasar sus manuscritos a máquina, discutía incansablemente con su hijo para eliminar al menos sus experimentos lingüísticos más osados. Borchert, siempre apremiado, sin margen de tiempo para repasar y pulir, utilizó según Peter Rühmkorf “…un lenguaje con prisas. Escatimó complicaciones sintácticas, pero se volcó en una vorágine de rarezas lingüísticas: verbos convertidos en sustantivos, sustantivos rebajados a la categoría de verbos y adjetivos…, duplicaciones más que redundancias (la lejana lejanía, la risa horriblehorrible)… curiosos verbos gemelos (el tranvía llorachilla), sinestesias etc. ...” Su lenguaje se aproxima al expresionismo, quiere romper con las reglas establecidas, expresar con monstruosidades lingüísticas las monstruosas experiencias vividas. Por otra parte Borchert no se conforma con la palabra escrita y leída como medio de expresión. Insiste en escribir sonidos, cascadas, acordes y disonancias cuya totalidad configuran una forma armoniosa y cerrada en sí misma. La marcada musicalidad rítmica de su obra se libera cuando las palabras vuelven a ser sonido, o sea, la lengua regresa a su destino original, el habla.

LOS RELATOS

En los relatos encontramos ejemplos de todo eso: ejemplos chocantes, sorprendentes y -en la lectura silenciosa- a veces desaprovechados. Sin embargo, la brevedad de los cuentos facilita que los asimilemos. Hermanadas y mezcladas aparecen la crudeza, la ternura, la desesperación y la esperanza, la crueldad, el cansancio, el sadismo y hasta el humor que según el testimonio de sus amigos formaba parte del carácter de Borchert y no le abandonaría hasta la muerte. Cabe señalar una notable diferencia entre los relatos publicados en los últimos años y los que salieron a la luz después de su muerte. Esos últimos, estilísticamente más depurados, transmiten el horror con mayor contención, e incluyen cuentos fantásticos como el retrato de una mosca y la venganza del viento que, cincuenta años después de la muerte de un chaval durante una tormenta a bordo de un barco, localiza al culpable y le estrella contra la puerta de un tugurio.


Borchert fue uno de los iniciadores del moderno relato corto alemán, un género influenciado a partir de 1945 por la literatura francesa y norteamericana. Le siguieron autores como Aichinger, Andersch, Bender, Böll, Grass, Weisenborn y S.Lenz. Hasta la actualidad se considera válida la siguiente definición formulada por Paul Nentwig: “El relato corto alemán emplea un lenguaje que se aproxima a lo cotidiano para componer un extracto significante o un momento decisivo en la vida de una persona cualquiera. La característica de extracto del texto se corresponde con su principio de composición: un inicio sin introducción y un final abierto. En la mayoría de los relatos cortos modernos el clímax, el punto de inversión y el final suelen coincidir en un solo concepto.”

De los textos populares de Borchert, uno de los más completos sea probablemente “Pues claro que las ratas duermen de noche”. Es un relato corto de estructura magistral, inicio y final son directos y sin rodeos; su densa atmósfera y el terror que subyace bajo las palabras igual que bajo los escombros, desembocan en un toque de esperanza. ”El diente de León”, por su parte, fascina por la sensualidad que el preso exprime de una humilde flor silvestre, de esas que pisamos sin siquiera verlas.

Y va una canción de la posguerra que tiene que ver con las flores pero también con el uso prudente del idioma, tan necesario para no arrastrar conceptos cargados de otras intenciones. La simpleza del texto en alemán (original en inglés de Pete Seegers, autor norteamericano de canciones tan famosas como “We shall overcome” que al parecer reconoció la versión alemana como mejor que su propio original) expresa muy bien el bloqueo sentimental y mental que hubo; no hay adjetivos ni valoraciones. Igual que la obra de teatro de Borchert acaba con un “¿Es que nadie va a contestar?”, en esa canción, entre unas estrofas engañosamente inocentes que preguntan a dónde se fueron las flores, las muchachas, los soldados… aparece un estribillo que resume otra aterrorizada pregunta sin respuesta “¿Cuándo se llegará a comprender?”



El texto (traducción propia):


Dime dónde están las flores. / ¿Dónde pueden estar? / Dime dónde están las flores, / ¿Qué es lo que pasó? / Dime dónde están las flores. / Las chicas las cogieron de prisa. / ¿Cuándo se va a comprender? / ¿Cuándo se va a comprender?
Dime dónde están las chicas. / ¿Dónde pueden estar? / Dime dónde están las chicas, / ¿Qué es lo que pasó? / Dime dónde están las chicas. / Los hombres se las llevaron de prisa. / ¿Cuándo se va a comprender? / ¿Cuándo se va a comprender?
Dime dónde están los hombres. / ¿Dónde pueden estar? / ¿Dime dónde están los hombres?, / ¿Qué es lo que pasó? / Dime dónde están los hombres. / Se marcharon al comenzar la guerra. / ¿Cuándo se va a comprender? / ¿Cuándo se va a comprender?
Dime dónde están los soldados. / ¿Dónde pueden estar? / ¿Dime dónde están los soldados?, / ¿Qué es lo que pasó? / Dime dónde están los soldados. / El viento pasa sobre sus tumbas. / ¿Cuándo se va a comprender? / ¿Cuándo se va a comprender?
Dime dónde están las tumbas. / ¿Dónde pueden estar? / Dime dónde están las tumbas, / ¿Qué es lo que pasó? / Dime dónde están las tumbas. / Hay flores que mueve el viento del verano. / ¿Cuándo se va a comprender? / ¿Cuándo se va a comprender?



Y aquí está la versión más conocida, la de Marlene Dietrich, la Marlene Dietrich de las piernas interminables que se marchó de Alemania y cosechó grandes éxitos en Norteamérica, algo que los alemanes de la época nunca le perdonaron.




LA OBRA POÉTICA

La obra poética de Borchert no es su lado más fuerte; muchas de las imágenes que emplea se han quedado ancladas en su tiempo y hoy en día resulta algo forzada su rima consonante. Sin embargo en sus poesías nos encontramos una y otra vez con uno de sus símbolos más queridos, y que recoge el título de mi exposición: la farola que ilumina una ínfima extensión del mundo sumergido en la niebla.


Físicamente son las farolas de su ciudad Hamburgo, el gran puerto alemán del Mar del Norte, desde los farolillos rojos del famoso barrio chino Reperbahn hasta la farola bajo la cual ‘Lili Marleen’ sigue esperando a su amante, casual o habitual, que no volverá de la guerra.


Quizás por ello, la colección de poemas FAROLA, NOCHE Y ESTRELLAS, subtitulada “Poemas en torno a Hamburgo”, arranca con un contundente “Cuando yo muera, / me gustaría ser, al menos, / como un farol…” En EL BESO “teje la luz de las farolas”, en FUERA “ya llevan los faroles / cien noches sombrías” y en NOCHES el autor finalmente confiesa “Mi alma es como un farol”.


Una imagen simbólica, pues, que vuelve una y otra vez, estableciendo que todo consuelo posible se reduce al halo luminoso de una farola, a un mínimo círculo de factores conocidos y dominables; todo lo que esté fuera de ese redondel de luz está sumergido en la densa niebla de la desesperación, destrucción y desintegración de un país de ciegos en el que el rey no era tuerto, sino un loco fanático con antorchas incendiarias por ojos.



UNA CANCIÓN PARA BORCHERT - LILI MARLEEN


Si tuviera que dedicar una canción a Borchert y ‘sus’ farolas, sin lugar a dudas sería ésta, la de “Lili Marleen”, una canción de soldados que fue aceptada, cantada y escuchada por todos los bandos y países de la contienda.


Hubo versiones en alemán (la original de Lale Andersen, la versión de la mítica Marlene Dietrich, vídeo-montajes con imágenes de soldados alemanes, en acción de guerra y derrotados, etc.), en inglés, ruso, checo, francés… El texto que al principio llevaba el título “Das Lied von der Laterne” (La canción de la farola) ha sufrido traducciones absurdas e inexplicables. En castellano son buenos ejemplos de ello, la de Marta Sánchez y los Olé Olé, así como la de la División Azul. Todas esas versiones y unas cuantas más, como la de una banda militar chilena ¡grabada en 2007!, se encuentran en http://www.youtube.com/ .



La canción tiene el siguiente texto (sin pretensión de traducción poética ni cantable):



“Delante del cuartel / y de la puerta grande, / había una farola / y si continúa allí, /volveremos a vernos a su lado, / junto a la farola, / como entonces, Lili Marleen.


Nuestras dos sombras / parecían una sola. / Nuestro cariño y nuestro amor / se reflejaban en ella, / y toda la gente lo verá / cuando junto a la farola volvamos a estar, / como entonces, Lili Marleen.


Conoce bien tus pasos / tu andar ligero / todas las noches se enciende / mas tiempo ha que me olvidó. / Y si algo grave me ocurriera, / ¿quién estará junto a la farola, / contigo, Lili Marleen?


De un lugar tranquilo / del fondo de la tierra, / me eleva en sueños / tu boca enamorada. / Cuando giren las nieblas tardías, / estaré junto a la farola, / contigo, Lili Marleen.”


La vamos a escuchar en la versión de Lale Andersen, la original, injustamente olvidada a favor de la ‘femme fatale’ alemana, Marlene Dietrich.

RESUMEN

Wolfgang Borchert, él mismo, es un farol que proyectando su luz deslumbrante no perdona ninguno de los horribles detalles que la Alemania de la posguerra intenta borrar cuanto antes. En política, en cultura y en el ámbito cotidiano, la obsesión es olvidar, evitar el recuerdo, disculparse con un “no se sabía nada”. Veinte años más tarde, nuestros libros de texto todavía acababan con el año 1933, con la subida de Hitler al poder. No nos explicaron lo que ocurrió después; otra vez una espesa niebla lo cubría todo: la aceptación tácita de la mayoría silenciosa, el culto a la obediencia a ciegas, esa “obediencia de cadáveres” que describe tan gráficamente la expresión del idioma alemán (Kadavergehorsam). No conseguimos más que explicaciones aguadas y largos silencios.

En este escenario de posguerra, entre ruinas de mucho más que de edificios, Borchert que, durante la guerra y en los dos años que le quedaron al término de la misma, creó a marchas forzadas acosado por la enfermedad y la muerte, consiguió llamar la atención del público de su tiempo. Fue un logro increíble que su obra, escrita para ser representada y escuchada, lo cual explica repeticiones de palabras, onomatopeyas y pareados, arañase la coraza, penetrase en la sensibilidad embrutecida de un pueblo “curado de espanto” que acabó de perder su segunda guerra mundial.

Porque Alemania no solo es perdedora, sino que se ve confrontada con juicios a personajes que durante años eran iconos de la vida pública, generales de leyenda, políticos símbolo del Tercer Reich, pruebas de genocidio, brutalidad y perversión, sadismo y tantos horrores más que apenas aguanta mirarse en el espejo de su historia reciente. La reacción ante esa semejanza desfigurada y deforme es correr un velo, apartar la vista, negar lo ocurrido. Borchert presiente y vive esta situación y no puede consentirla. El hecho de que se siga representando “Fuera de la puerta” cincuenta años después de su muerte y que sus relatos merezcan ser leídos, muestra que logró lo que se propuso: evitar el olvido fácil, amable, benevolente, esa máscara amnésica, colectiva y peligrosa, que la Alemania de los años 50 en adelante se puso como premio por la reconstrucción, el fortalecimiento como nación y el “milagro alemán” económico.



P.D. En el día de hoy, 20 de Mayo de 2009, Borchert hubiese cumplido 88 años. Acaba de morirse Mario Benedetti que era de su misma generación. No sabemos qué podría haber creado Wolfgang Borchert como autor literario y dramaturgo, aparte de la obra que nos ha dejado, si las circunstancias le hubiesen concedido más tiempo, algo más o mucho más. Como testimonio de ese enfoque valga la cita de Carl Zuckmayer que después de leer “El diente de león” le escribió: “… Su talento es auténtico… ¡Recupere su salud, le queda mucho por hacer!” La carta data del 14 de noviembre de 1947. Borchert moriría seis días después.




dfb 200509


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Queridos amigos:
Os escribo desde el frente de guerra. No creáis que he marchado a Palestina o Colombia. La guerra está en casa.

Con una brigada de voluntariosos obreros búlgaros lucho contra unas tuberías que desde hace meses han ido soltando mortíferas microbombas de agua sobre mis pobres paredes. He tenido que tomar medidas drásticas porque el seguro me ha informado de que el estado de las tuberías es tan malo que no se hacen cargo de los desperfectos.

Pero el ánimo no deace. Ayer mismo, mientras la brigada búlgara anulaba las tuberías del baño, yo salía victorioso de una dura batalla en Bauhaus. Esta tarde espero salir bien parado del frente de Ikea.

Confío vencer a tan poderosos enemigos y poder invitaros dentro de no mucho a una renovada vivienda.

Un abrazo
Ignacio

Efectivos del asteroide dijo...

EXTENSO COMENTARIO.
Queridos amigos , siento no haber podido estar en la tertulia , pero os explico:al margen de las paranoias y demas problemas mentales he pasado tres dias con un pinzamiento cervical,eso supone autentico dolor agudo, por lo cual he tenido que tomar antinflamatorios potentes que me han dejado mi maltrecho estomago y mis riñones fastidiados.Espero poder asistir a la proxima, porque para mi ademas de un divertimento, como ya sabeis, las tertulias son una nesesidad .Os digo esto para que los que hacen otros trabajos ademas de escribir se sientan halagados no solo en la faceta entretenida de los encuentros , si no tambien en la profesional.
Dorotea tu comentario me ha parecido estupendo , muy ameno y claro a pesar de su extension.Ya se que tu como escritora comprendes lo importante que es el tiempo en este oficio, que con mayor o menor facilidad para su ejercicio , sin duda lo que exige es tiempo y voluntad,aparte de ese don especial que cualquier forma artistica requiere y que, como es logico no todos poseemos .Entiendo por tanto que escriores como Borchert sintieran la tortura que significa para quien escribe la falta de tiempo y poder hacer bien las cosas.De cualquier forma y por si alguna vez a alguno de los que escribimos alli, nos falta tiempo , decirte que a nuestro admirado juan benet , uno de los mejores prosistas españoles para mi gusto , le ponian en muchos casos las comas y los puntos para poder entenderlo .A Benet no le faltaba tiempo, simplemente era un genio , tan genio que no nesesitaba ni siquiera poner en su sitio los signos de puntuacion .Eso lo hacian otros.Ni que decir tiene lo que sabria de puntos y de comas:todo.
Este verano sin duda voy a leer a Borchert, pues si se lee en las escuelas por algo sérá , digo yo , sin ser aleman;Claro que yo no fui un niño muy piardero, la verdasd , pero si descubri en cada piarda, cuanto nos mentian en los colegios, sobre todo en algunas disciplinas de aquellos tiempos nuestros .
Chus, me gusta que te guste mi poema.Pero ya me gustaria a mi encontrarme con la poetisa Beli, cuyo poema por otra parte me parece muy sensual y psicaliptico , despues de tirarme cinco dias sin ducharme .Es posible que no volviera a utilizar jamas, metaforas tan odoriferas y gustativas en su poetica. Y es que yo tengo la urea alta, sabes, y ni el Bilys es capaz de arrreglar mis problemas aromaticos,solo los zahumerios de romero y tomillo y las libaciones mañaneras de vinagre.De todas formas me tomo tu lisonja sobre mis gustos poeticos como un piropo y cuando quieras te invito a una horchata , o a una limonada en cualquier terraza al aire libre y ha charlar de culquier cosa.Para que despues no digan que soy un reprimido .En cuanto a Merlo , evidntemente para mi ,es el mejor poema que tiene .

Ignacio , yo se lo que es una obra .Salud y paciencia compañero y si quieres cuando salgas del atolladero yo llevo los cuchillos o mejor una buena botellita de rioja.Suerte y que el olimpo entero te acompañe.
Jose, no me tientes jose , que estoy muy gordo jose y tengo que comer menos carne .
Bueno, al resto besos y hasta despues del verano , si Dios quiere, y si no , ¡tambien.!

aj

Chu dijo...

¡Ánimo, Ignacio, no hay mal que cien años dure!
Seguro que después de la obra te alegrarás de ver tu casita arreglada.
Me apunto a la fieshhhhhta, ya sabes que no cocino, así que también llevaré vino.

Antonio, cuando quieras quedamos para esa horchata, (preferiría antes de que terminase el verano).

Besos, chicos, siento que no pudiéseis venir, la exposición de Dorotea fue brillante y el ratito de charla muuuuuuuuuuuuy placentero.
¡Nos vemos!

ABEL HURTADO dijo...

Felicidades por el BLOG. Es Excelente. La canción LILI MARLENE de L. Andersen, me hizo recordar, reflexionar, y preparar una entrada sobre esta canción.Gracias por insertar este video.
Un abrazo desde México.
Abel

Resultado Elecciones 2011 dijo...

Oye que buen articulo, nunca había leído algo del tema tan completo y concreto, definitivamente fui muy afortunada en conocer tu blog.